Algo tienes, que haces algo mejor que la mayoría. Cada persona que conoces necesita algo de ti, eso que haces mejor que ellos y en lo que puedes servir. Ese es el chiste: servir.

Las cosas se hacen bien, y con intención, desde el principio. No se hacen porque se pueden vender. No se hacen porque las pueden calificar. No se hacen solo porque son parte del trabajo. No se hacen nada más porque se puede.

¿Qué pasaría si nos educáramos con intención? ¿Qué pasaría si la responsabilidad de la educación estuviera en las personas y no en las instituciones?

Son los usuarios los que perciben el valor de los productos. Pero son los que los producen los responsables darle valor a los productos. De diseñarlos. De contar historias. De crear comunidades.

La resistencia no es precisamente al cambio, sino al dolor que provoca el cambio.

Podemos administrar el dolor. Podemos usar curitas o placebos. Podemos decidir cambiar lento para sentir poquito, o cambiar rápido con la esperanza de sanar rápido también.

No es lo mismo ser los más grandes en una cancha en miniatura a ser los más chicos en una cancha inmensa.  Tampoco importa el tiempo que tardamos en adaptarnos a la cancha, si la cancha no era la correcta.

La única ocasión que tienes para causar una experiencia tan memorable que haga tu persona pública, es la primera impresión: cuando nadie tiene expectativas y puedes prometer el cielo y las estrellas.

La única forma en la que nuestro trabajo habla por si mismo, es cuando el resto de las personas lo entienden como nosotros lo entendemos.

Lo más importante del plan es poner en papel hacia dónde vamos, qué es lo que queremos lograr y cuáles son los pasos necesarios para lograrlo. 

La confianza no es precisamente escalable.

La confianza puede ser un problema abstracto (hay que ser confiable, con un pasado confiable y con un producto confiable).

Los negocios “sin fines de lucro” no son normales. Tan no son normales, que necesitan una etiqueta especial para recordarnos que no andan detrás del dinero (aunque a veces sea una máscara nada más).

La ansiedad es sufrir, con anticipación, todo lo que puede salir mal. Puede ir de cero a problema grave en cuestión de segundos; aunque ni siquiera tenga argumentos reales.

No creo que seamos naturalmente malos, simplemente tendemos a perder consciencia de lo que hacemos, de lo que consumimos y de lo que desechamos. 

Cada decisión que tomamos y cada cosa que hacemos (o dejamos de hacer) tiene el potencial de cambiar la historia.

El último evento, transacción o milestone nunca es tan importante como el compromiso de cuidar, de construir o de mantener. Nuestra cultura de competencia está muy atenta (demasiado) a las transacciones.

¿De qué nos sirven más beneficios si ninguno es la cura?

¿De qué nos sirve una audiencia más grande si no está conectada?

¿De qué nos sirven más recursos si no están bien aprovechados?

Todas las promesas tienen sus límites (especialmente las promesas comerciales). En los intercambios de valor todos cedemos algo y, al mismo tiempo, todos queremos ganar. 

Si lo haces para los demás, ya sea para servir o para construir, los buenos días, las fotos de comida y los videos inspiradores seguramente no sea lo mejor que puedes hacer.

El mercado está lleno de alternativas y quejarse significa perder tiempo.  Nadie se apiada de los quejumbrosos, simplemente dejamos de escuchar el ruido. A menos que hagas algo al respecto.

Si algo no está saliendo como esperas, si el número no se está dando, si no encuentras aún la respuesta que buscas, si el mundo no gira hacia el lado correcto. .. es que algo estás haciendo mal.